Preguntas frecuentes

Hay tres tipos principales de estructuras o armazones de sofás: de madera maciza, de metal o de aglomerado. Las estructuras de madera maciza (pino, haya…) son muy robustas y duraderas. Eso sí, a mayor calidad de la madera, más alto será el precio. Los sofás que llevan armazón de metal (hierro, aluminio, acero…) presentan gran resistencia y son los más recomendables en caso de que nos mudemos a menudo, aunque la estructura se puede oxidar si el clima es húmedo. Estos sofás son más caros que los que tienen armazón de madera. Finalmente, las estructuras menos duraderas son las de aglomerado; sin embargo, su precio es el más económico.

A la hora de decidir si comprar un sofá relax o uno sin relax, todo depende de las necesidades y preferencias de cada persona. Si nos gusta tumbarnos de lado para ver la televisión, compraremos un sofá normal sin relax. Lo mejor es que tenga asientos extraíbles para disfrutar de mayor anchura. Si, por el contrario, preferimos estar tumbados boca arriba frente al televisor o si padecemos dolores de espalda o problemas de circulación, entonces la mejor opción es comprar un sofá relax, que nos permitirá inclinar el respaldo y el reposapiés manteniendo un apoyo lumbar constante.

La espuma es el relleno del sofá, pero no todas las espumas para sofás son iguales. Pueden ser espumas estándar o espumas de alta resiliencia (HR). Encontramos espumas de diferentes densidades. Cuanto mayor sea la densidad de la espuma, mejor recuperará la forma. Las espumas de densidad baja (de 20 kg/m³) se utilizan para los respaldos. Las de densidad media (de 25 kg/m³) se emplean en asientos de sofás que vayan a usarse poco. Las espumas de entre 30 y 50 kg/m³ y las espumas HR de 30-35 kg/m³, de alta densidad, se utilizan para asientos de sofás de calidad que vayan a tener un uso intensivo, ya que ofrecen alta recuperación y gran durabilidad.

Los sofás reclinables eléctricos funcionan con un mando o unos botones situados a un lado del sofá, que permiten reclinar el respaldo y elevar el reposapiés. Existen sofás reclinables eléctricos con uno o dos motores. Cuando solo cuentan con un motor, al pulsar el botón el respaldo se reclina y el reposapiés se eleva al mismo tiempo. En cambio, cuando tienen dos motores, el reposapiés y el respaldo se mueven de manera independiente, lo que nos permite regularlos a nuestro gusto.

Es un sofá que, además de las plazas habituales, lleva también a un lado una plaza más larga para tumbarse, por lo que el sofá tiene forma de L. Resulta ideal para familias compuestas por 2 o 3 personas, ya que suelen ser de tres plazas, aunque en caso de necesidad pueden acomodar a más gente. Normalmente es posible escoger si queremos que la chaise longue esté situada en la parte derecha o en la parte izquierda, para que el sofá se ajuste a las características del salón. Además, algunos sofás de este tipo ofrecen espacio de almacenaje bajo la chaise longue y otros incluso se convierten en cama.

Es un cabezal que puede colocarse en varias posiciones según nos resulte más cómodo en cada situación, ya sea para leer, ver la televisión o relajarnos después de un duro día de trabajo.

Es un colchón de muelles en el que cada muelle va metido en un pequeño saco de tela independiente. Esto le aporta muchas ventajas. En primer lugar, la distribución de los muelles ensacados permite lograr una mayor adaptación al cuerpo del usuario, por lo que el colchón resultará muy cómodo. Otra ventaja de este tipo de colchones es que presentan total independencia de lechos, puesto que la presión que se aplica en cada muelle no se traslada al resto. Se trata, además, de un colchón muy duradero, gracias a la menor fricción que se produce entre los muelles. Por último, como todos los colchones de muelles, es transpirable.

Se trata de un colchón en el que se ha sustituido el núcleo de espuma o muelles por uno de látex compacto. El látex utilizado puede ser natural o sintético, pero normalmente la proporción de látex natural empleada suele estar entre un 20 y un 97 %. El látex es un material elástico, firme y duradero, por lo que resulta ideal para la fabricación de colchones. Los colchones de látex se adaptan perfectamente al cuerpo del usuario, soportan muy bien el hundimiento y duran mucho tiempo. Además, son idóneos para aquellas personas que no quieren notar ningún punto de presión mientras duermen.

La viscoelástica es un material desarrollado por la NASA en los años 70. Se utilizó para aliviar la presión de los astronautas durante el despegue y el aterrizaje en sus viajes espaciales. Sin embargo en los 90 comenzó a incorporarse en colchones y almohadas por su gran adaptabilidad. La viscoelástica es un tipo de espuma compuesta por celdas de un tamaño microscópico a través de las cuales pasa el aire.

Existen dos tipos de viscoelástica, de espumación y de moldeado.

• La viscoelástica de espumación contiene un componente químico que da como resultado un poro más abierto. Esto permite que la ventilación sea mayor aunque se reducen las propiedades de la viscoelástica.
• La viscoelástica de moldeado se fabrica utilizando un molde cerrado por lo que los poros son más pequeños. La ventilación es menor y genera una mayor sensación de calor, pero las cualidades de la viscoelástica son óptimas.

Un colchón viscoelástico de alta densidad es aquel que tiene una mayor concentración de material por metro cúbico. La densidad de un colchón viscoelástico define su elasticidad y viscosidad, es decir, su propiedad para amoldarse al contorno de cada cuerpo. Cuanto mayor es la densidad, más firme es el colchón y mejor adaptabilidad ofrece. Pero esto no significa que todo el mundo deba adquirir un colchón viscoelástico de alta densidad. Dependerá de las necesidades de cada persona y de sus preferencias. Se pueden clasificar tres densidades en este tipo de colchones.

• Baja: entre 18 y 40 kg/m3
• Media: entre 40 y 80 kg/m3
• Alta:  superior 80 kg/m3

Para lograr que toda la columna quede perfectamente alineada y tenga un soporte adecuado durante el descanso, debemos elegir un colchón que tenga el grado de firmeza ideal para nosotros. La firmeza de un colchón es su grado de dureza o rigidez y depende principalmente de los materiales que lo compongan. En el caso de los colchones de muelles, la firmeza viene determinada por la cantidad de muelles, su grosor y su forma. En el caso de los colchones viscoelásticos, de látex o de espuma, la firmeza depende de su densidad, es decir, del número de kilos por cada metro cúbico, pero también tiene que ver con el número de capas y su grosor.

Los colchones que tienen más independencia de lechos son los de muelles ensacados, ya que sus muelles van metidos en pequeños sacos independientes y la presión que se ejerce sobre cada uno no se transmite a los demás.

Otros colchones con una buena independencia de lechos son los de muelles de hilo continuo y los de espuma de alta calidad, puesto que la espuma absorbe muy bien los movimientos y las vibraciones. Lo mismo sucede con los de látex.

Sin embargo, si deseamos lograr una absoluta independencia de lechos, la solución definitiva es recurrir a los colchones gemelos, que son dos colchones distintos que se unen de forma imperceptible con velcro o con una cremallera.

Los colchones que mejor transpiran son los de muelles bicónicos, los de muelles de hilo continuo y los de muelles ensacados, ya que su excelente aireación impide la condensación de la humedad. De este modo, el durmiente descansa sin que aumente su temperatura corporal. Por el contrario, los colchones de látex, los de espuma y los que tienen capas viscoelásticas gruesas son los que peor transpiran. Incluso aunque incorporen tecnologías para favorecer su aireación, nunca alcanzan la transpirabilidad de un colchón de muelles.

La espuma con memoria tiene la cualidad de adoptar la forma de tu cuerpo para poder ofrecer un buen soporte a cada curva y reducir los puntos de presión. También se conoce como memory foam. El material es blando y recupera su forma original lentamente cuando se le libera de la presión. Se adapta al contorno de cada cuerpo gracias a que es sensible a la temperatura y de esta forma ofrece un perfecto apoyo a zonas sensibles como cuello, hombros, espalda y rodillas. La espuma con memoria otorga a los colchones con material visoelástico un confort y una suavidad inigualables.  Consigue mejorar la circulación sanguínea y la calidad del sueño es superior.

El viscogel que se emplea en los colchones es un compuesto químico, un polímero formado por cadenas de elementos fuertemente unidos entres sí y que se repiten. Esto dota al material de una enorme elasticidad y una gran resistencia. Los polímeros sintéticos están presentes en infinidad de productos de uso común, por ejemplo los pegamenos, el neopreno o el teflón.

El viscogel comenzó a introducirse en la fabricación de colchones como solución al problema que presentaba la viscoelástica que es el aumento de la sensación de calor. El gel contribuye a aliviar de forma significativa la sensación de calor que aporta la viscoelástica por si misma. Al colocar en un mismo colchón, uno sobre otro, estos dos materiales, se consigue un colchón con memoria y perfectamente adaptable al cuerpo, con una temperatura más baja e ideal para el descanso. Los colchones con viscogel son una de las novedades más destacadas de los últimos años en el sector del descanso.

La altura del colchón depende de distintos factores como si es de látex, viscoelástico, espumación, viscogel, etc. También incluye el tamaño de las distintas capas y el de los núcleos. Algo importante que hay que saber es que el grosor no determina el grado de firmeza. Entonces, el criterio para elegir un colchón de mayor o menor altura será la facilidad para acostarnos y levantarnos de la cama. Si la altura es muy baja, al levantarnos hacemos una presión extra sobre las rodillas y si es muy alta, además de tener que trepar, puede repercutir en la zona lumbar.

La recomendación general es que la altura del colchón junto con la base sea de unos 64 centímetros aproximados desde el suelo. Sin embargo, esta fórmula puede variar según la estatura de cada persona. La mejor forma de comprobar si es la altura idónea para nosotros, es sentarse al borde de la cama y verificar si las rodillas quedan alineadas con las caderas. Si los pies no llegan al suelo de forma cómoda, la cama es demasiado alta y si las rodillas quedan por encima de las caderas, será demasiado baja.

En el momento de elegir un colchón debemos valorar los siguientes factores:

• Apoyo, de forma que el colchón sostenga toda la longitud del cuerpo en una postura adecuada.
• Confort, o lo que es lo mismo el bienestar que sentimos al estar tumbados en un colchón que no presiona ninguna zona del cuerpo.
• Firmeza, para que nos resulte perfectamente cómodo, ni demasiado duro ni demasiado blando.

La postura que más frecuentemente adoptamos para dormir es otro indicativo que hay que tener en cuenta. Las personas que duermen de lado necesitan un colchón semi blando y las que duermen boca arriba o boca abajo, uno de dureza media-alta. El peso también es otro factor que no podemos olvidar ya que una persona ligera se hundirá menos que una pesada. Por último, tendremos en cuenta si dormimos solos o si compartimos cama, pues en este último caso, conviene elegir un tipo de colchón que minimice la transmisión del movimiento. Lo mejor de todo es probar el colchón y comprobar que tal le sienta a tu cuerpo.

El sistema DUO tiene en cuenta la temperatura ambiental y por esto cuenta con una cara de invierno y otra de verano. La de verano tiene una composición de varios centímetros de viscogel, que ofrece la característica de aportar sensación de frescor en los meses más calurosos. Los colchones convencionales tienen un acolchado que se comporta como una manta que refleja el calor corporal y nos abriga. El viscogel proporciona un efecto refrigerante, reduciendo varios grados la sensación térmica. La cara de invierno está elaborada con viscoelástica de alta densidad que consigue mantener el calor en las noches más frías. Una temperatura corporal adecuada es fundamental para garantizar un buen descanso.

Hay dos tipos de canapés: los fijos y los abatibles. Un canapé fijo es parecido a una base tapizada, pero con mayor grosor (15 cm aprox.). Su estructura suele ser de metal y madera DM, y está recubierta con capas de acolchado y polipiel o tela. Por lo general, los canapés fijos son rígidos, pero algunos modelos incluyen muelles, para dar mayor adaptabilidad al colchón.

Un canapé abatible, en cambio, es como un gran cajón de almacenaje con una tapa superior que sirve de base para el colchón. Suele abrirse por la parte frontal. Tanto en los canapés fijos como en los abatibles, la tapa rígida puede presentar microperforaciones o estar tapizada con malla 3D o tejidos transpirables, para airear el colchón y el arcón. Algunos modelos de canapés abatibles llevan como tapa un somier de láminas.

Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Bajo los canapés abatibles con patas queda un espacio vacío, por lo que suelen tener menos capacidad de almacenaje y, además, permiten que la suciedad se acumule debajo. Eso sí, las patas le aportan un diseño moderno, y se puede limpiar bajo la cama. En cambio, el canapé abatible sin patas queda apoyado directamente en el suelo. Esto impide que se introduzca suciedad bajo el canapé, pero la limpieza resulta más difícil, porque es complicado moverlo.

Por lo general, los canapés suelen medir unos 35 cm de alto. En cuanto a la longitud y la anchura, las medidas coinciden con las dimensiones típicas de los colchones. Podemos encontrar anchos de 90, 105, 135 y 150 cm, y largos de 180 y 190 cm. También se fabrican con dimensiones especiales, con 110, 120, 140, 160 y 180 centímetros de ancho y con 200, 210 y 220 centímetros de largo. Sin embargo, hay pocos modelos que incluyan estas medidas, ya que tienen poca demanda por lo complicado que resulta introducir estos canapés tan voluminosos en un dormitorio convencional. Para un colchón grande, es mejor utilizar dos canapés más pequeños que sumen las dimensiones del colchón: por ejemplo, si el colchón mide 180 x 200 cm, es preferible comprar dos canapés de 90 x 200 cm y unirlos.

Todo depende del tipo de colchón que tengamos. Si el colchón es de muelles o de muelles ensacados, es preferible colocarlo sobre un canapé con base o tapa rígida, para que todos los muelles estén apoyados. Sin embargo, si nuestro colchón es de espuma HR o si lleva capa viscoelástica por las dos caras, lo mejor es usar un somier de láminas o un canapé con tapa de láminas. La razón es que estos colchones son menos transpirables que los de muelles, por lo que es preferible que el soporte les proporcione la suficiente aireación. También es recomendable usar somieres de láminas con los colchones de látex, para que la humedad no los estropee.

Ambos productos ofrecen una base rígida donde apoyar el colchón. Si necesitamos más espacio de almacenaje, lo mejor es optar por un canapé abatible, para poder guardar en él la ropa de cama. Además, como el canapé es un mueble que llega hasta el suelo (o casi), nos transmitirá una sensación de orden.

En cambio, si nuestra prioridad es que resulte fácil limpiar la habitación, entonces es preferible elegir una base tapizada, ya que deja espacio suficiente bajo la cama para poder meter los utensilios de limpieza. Otra ventaja de las bases tapizadas con respecto a los canapés abatibles es su menor altura. Los canapés abatibles pueden hacer que la cama quede demasiado alta, ya que lo que se busca con ellos es maximizar el espacio de almacenaje.

En cuanto a resistencia y durabilidad, ambos productos ofrecen los mismos resultados, ya que su estructura es de acero y madera. En los canapés de polipiel, la madera está forrada con este material, lo que multiplica muchísimo las posibilidades en cuanto a colores y texturas.

La elección entre canapé de madera y canapé de polipiel depende principalmente de los gustos decorativos de cada persona. Los canapés de polipiel se adaptan más a la estética moderna. Por el contrario, los de madera encajan perfectamente en estilos rústicos y clásicos.

Una cama geriátrica es una cama articulada que se utiliza sobre todo para personas mayores con movilidad reducida, aunque también puede resultar útil para personas de cualquier edad que deban permanecer en cama durante mucho tiempo. Estas camas llevan somieres que están articulados en varios planos (desde 2 hasta 5) y que permiten regular de manera independiente la inclinación de cada parte del cuerpo, para que el usuario se sienta siempre cómodo. Algunas además disponen de un carro elevador que facilita enormemente el trabajo de los cuidadores y les evita dolores de espalda.

Las camas articuladas pueden ser manuales o eléctricas. Las camas manuales funcionan con una manivela. La ubicación de esa manivela y la fuerza que hay que aplicar para moverla supone que solo los cuidadores pueden hacer funcionar el mecanismo de la cama.

En cambio, las camas eléctricas llevan un motor que se acciona con un mando, por lo que el esfuerzo necesario para reclinar o elevar la cama es mínimo. Esto permite al usuario manejarla con facilidad y sin ayuda.

Los siguientes tipos de colchones son los mejores para esta clase de camas:

• Colchones viscoelásticos: Presentan un equilibrio excelente entre adaptabilidad, densidad y rigidez. Se adaptan a cualquier somier, son duraderos y se comercializan en multitud de tamaños y modelos; por eso son la opción más popular.
• Colchones de espuma: Su precio es más económico que el de los viscoelásticos. Son la elección ideal para quienes quieran lograr un buen descanso sin invertir tanto dinero.
• Colchones de látex: Tienen gran flexibilidad, pero son menos transpirables que los viscoelásticos.
• Colchones antiescaras: Son colchones especiales que alivian la presión en determinadas zonas del cuerpo y distribuyen el peso por toda la superficie, lo que ayuda a evitar que aparezcan escaras o úlceras.

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